lunes, 21 de enero de 2013

Por qué es importante la autoestima en personas mayores


La autoestima de una persona es una estructura central para acercarnos a su propia concepción del mundo (Rogers, 1986). La autoestima contiene, por una parte, la imagen que la persona tiene de  sí misma y de sus relaciones con el medio ambiente,  y por otra, su jerarquía de valores y objetivos (Román, 1983).
La autoestima, incluso, presenta consecuencias sociales. Por ejemplo, una persona con una autoestima saludable, presenta una mejor calidad de  relaciones con el medio que una persona con una autoestima poco o nada saludable. Podemos mencionar también, que la autoestima es un agente protector de situaciones estresantes, pues, una elevada autoestima anima al sujeto a participar en un mundo de relaciones recíprocas en el que se recibe y ofrece ayuda (Herrero, 1994).
Existen muchas formas de concebir la autoestima, una de las principales aportaciones sobre su estudio surge de las investigaciones realizadas por Shibutani (1971) quien menciona que el hombre a través de una serie de autoconcepciones y autoevaluaciones forma una estimación de sí mismo como objeto de valor, así el asignarse como tal coloca al individuo dentro de un orden jerárquico.
La autoestima ha sido definida como un juicio, un sentimiento, una actitud, etc. En este sentido, Coopersmith (1967) considera que la autoestima es la evaluación que el individuo hace y mantiene por costumbre sobre sí mismo, indica el grado en el que él mismo se ve capacitado, importante, exitoso y valioso.
Entre las definiciones más comunes sobre este concepto se encuentra la de Rodríguez (1985) quien entiende y explica la autoestima como base y centro del desarrollo humano, la concentración y práctica de todo su potencial, la medida de amor propio.
Las definiciones anteriores respecto a la autoestima abren dos grandes vertientes: la referente al propio sujeto como una mera percepción de sí mismo, y la otra desde una perspectiva más social en relación con lo que nosotros creemos que somos evaluados por los demás. Digamos que una vertiente es más individual y la otra se orienta a lo social o colectivo (González-Arratia, 2001).
La autoestima es un concepto gradual. De hecho, las personas pueden presentar uno de los siguientes estados en los que podemos encontrar a la autoestima:
-       Autoestima alta: la cual equivale a sentirse confiadamente apto para la vida, es decir, sentirse aceptado como persona.
-       Autoestima baja: ocurre cuando la persona no se siente aceptado en la vida, es decir, se siente equivocado como persona.
-       Término medio de autoestima: es cuando una persona oscila entre las dos anteriores, es decir, se siente apto e inútil, acertado y equivocado, etc. y esto repercute en su conducta, pues a veces actuará, según la ocasión, de manera sensata y otras no.  
La autoestima permite a las personas enfrentarse a la vida con una mayor confianza en sí mismas, con optimismo, actitud muy importante para lograr alcanzar los objetivos de cada persona y autorrealizarse (González-Arratia, 2001).
Desarrollar la autoestima es ampliar la capacidad de ser felices; la autoestima permite tener el convencimiento de merecer la felicidad (González-Arratia, 2001).
Según Maslow (1943) es imposible la salud psicológica, a no ser que lo esencial de la persona sea fundamentalmente aceptado, amado y respetado por otros y por ella misma.
Maslow nos muestra la importancia de la autoestima en la pirámide de jerarquización de las necesidades que elaboró en 1943 y que le mostramos a continuación.


Como mencionamos anteriormente una afirmación de González-Arratia (2001), la autoestima es ampliar la capacidad para ser felices. He aquí cuando nos hacemos la siguiente pregunta: ¿Qué autoestima presentan las personas mayores? Cuando se alcanza una edad considerada como “mayor”, en la mayoría de los casos, se pasa a tener una reducida autonomía y autoconfianza, lo que puede llegar a desencadenar una baja autoestima. Esta, puede llevar a estas personas a que no se sientan válidas por sí mismas, a no valorar cada cosa que hacen, e incluso decir, a no ser feliz. 
Por primera vez en la historia de la humanidad, la sociedad occidental ha visto crecer poco a poco la proporción de “mayores jóvenes”, desahogados económicamente y gozando de una buena salud. Pero sobre todo, reivindicando el derecho a la felicidad, cosa que antaño la vejez era considerada la época de las renuncias. Quizá sea también en esta época cuando más se deja sentir la necesidad de la felicidad (André, 2004)
Se ha realizado un estudio psicológico entre unas 180 religiosas de una orden monástica norteamericana. Los investigadores analizaron las biografías escritas por monjas cuando tomaron los hábitos. La edad media de ingreso en el convento era de unos 22 años. Se ha analizado que aquellas monjas en la que en sus cartas mostraban una visión positiva de la existencia han vivido mucho más que las otras. Lo que esta investigación nos quiere mostrar, es que si tratamos de vivir la vida de manera positiva y feliz, nuestra existencia, aparte de ser con una mejor calidad de vida, será más duradera. 

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