El formador debe de ser un profesional
perteneciente al mundo del trabajo, este está especializado en determinados
saberes o profesiones específicas, pero esto le exige una profesionalización
por un lado en su profesión, en su ámbito laboral y en el educativo. Además
debemos de tener en cuenta que el formador es un adulto y esto lo tiene que
tener en cuenta para su formación permanente.
La figura del formador se puede ver desde varios
enfoques:
§ Enfoque técnico.
§ Enfoque de la solución de problemas.
§ Enfoque cultural.
§ Enfoque socio-crítico.
El formador
tiene una doble responsabilidad, por un lado promover la formación de los
profesionales dedicados a ella y por otro fomentar y potenciar su propia
formación.
Este debe de ser un experto dentro del campo de
su actuación laboral, está al día, además de tener un amplio conocimiento y
dominio de la problemática (teórico, práctico y experiencia).
Los enfoques que hacen frente según Fernández
(1989) para hacer frente a la formación de los formadores:
§ Tradicional.
§ Tecnología.
§ Contextual.
Gairín (1998) y Zabala (1998) en los que los
formadores debe de desarrollar sus capacidades:
§ Contenidos culturales-generales.
§ Contenidos pedagógicos.
§ Contenidos profesionales generales.
§ Contenidos técnicos profesionales.
Las dificultades
en la formación:
§ Falta de tiempo.
§ Compromiso.
§ Incentivos.
§ Aislamiento.
El formador
es un animador educativo debe
potenciar la comunicación y estructurar la vida en el aula que percutirá en la
vida profesional, personal y social de los alumnos. El formador debe:
§ Guiar y orientar el trabajo.
§ Ser accesible.
§ Inducir y estimular el análisis y juicios como forma de transparencia
de aprendizaje.
§ Organizar, planificar y dirigir planes de trabajos
flexibles.
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